Los Neuroderechos

Cuando la tecnología manipula el cerebro

 Hace más de 15 años, en la película El eterno resplandor de una mente sin recuerdos, se cuenta la historia de amor y desamor de Joel (Jim Carrey) y Clementine (Kate Winslet). Luego de terminar el vínculo, ella decide ir a una clínica para borrar todo los recuerdos de la relación que tuvo con Joel, quien luego también se somete a ese mismo proceso. En aquellos años, era ciencia ficción, hoy es realidad. 

En los laboratorios de la empresa Neuralink, de Elon Musk, el límite entre la ficción y la
realidad se vuelve efímero, y el “Black Mirror” se convierte en el escenario de lo cotidiano. 

En el plano laboral, algunas empresas plantean emular las soluciones utilizadas en el último Mundial de fútbol en Rusia para medir el rendimiento de los futbolistas, e incorporarlas a los trabajadores de su planta, y así monitorizar los movimientos de sus empleados. Esto mejoraría el sistema de geolocalización ya utilizado por plantas de logística para asignar a cada operario en tiempo real nuevos encargos de pedidos, de acuerdo al lugar donde se encuentren, y ahorrarles desplazamientos innecesarios. Pero el debate sigue pendiente ¿Quien fijará las normas éticas para la inteligencia
artificial? ¿Una persona tendrá la capacidad de ser Dios y dictaminar qué está bien y qué está mal?

Lo que en el pasado, era imposible de materializar hoy tiene un nombre: la neurotecnología. Se trata de una ciencia con múltiples usos positivos en el área de la medicina, pero con sombras cuanto menos polémicas, que la convierten en una fuente virulenta de violencia tecnológica. Leer el cerebro, saber qué piensa la persona, que siente, solo a partir de las ondas cerebrales y el funcionamiento neuronal es sin lugar a dudas una quimera, pero… todo es posible. 

En ocasión de escribir mi libro: “Teletrabajo y Neurotecnologia”, de Editorial Granica, sentí la necesidad de analizar la aplicación de las Tic en el mundo laboral, desde un modo humanizado, tratando de diseñar un método que facilitase el buen uso de la tecnología, así nació el Método de Gestión Neurotic (GNT).

Ciertamente, es el cerebro el órgano encargado de mantener con vida nuestro organismo, y conforma con la mente, un sistema que interactúa con el entorno, modificándose recíprocamente en un proceso de interdependencia permanente.
La posibilidad de conectar nuestro cerebro a una máquina puede interferir en las decisiones cotidianas del individuo, entonces ¿dónde está el discernimiento? Esta posibilidad de leer el cerebro y, en definitiva, poder mejorar ciertas capacidades humanas, puede generar desigualdades, discriminación, y una suerte de conflicto de intereses que requieren por parte del Derecho una respuesta concreta. Es necesario entonces, contar con un régimen normativo que regule el avance y la aplicación de la neurotecnología, por eso hablamos de los neuroderechos. En este sentido, el Dr.
Rafael Yuste, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia (EE.UU) y quien lidera el Proyecto BRAIN (“Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies”), iniciativa estadounidense que desde 2013 busca comprender el funcionamiento de las redes sinápticas de nuestro cerebro y propone la creación de neuroderechos. 

Se trata de nuevos derechos humanos que protegen la privacidad e integridad mental y psíquica (tanto consciente como inconsciente), de las personas, respecto al uso abusivo de las neurotecnologias. Yuste dio un paso más, creando una nueva categoría de datos personales: los “neurodatos”, considerándolos “órganos humanos”. 

Los cinco neuroderechos enunciados por Yuste son: 

1- Derecho a la privacidad mental: La actividad de las neuronas – que son el soporte del pensamiento y la mente – no deberían ser sacados del cerebro sin el consentimiento del individuo y no se podrían utilizar en forma comercial. 

2- Derecho a la identidad personal: Cuando conectemos el cerebro a una interfaz inteligente, es posible que el individuo deje de ser individuo, urge entonces preservar esa identidad de ser persona. 

3- Derecho al libre albedrío: Cuando una persona está conectado a través de lectores de actividad cerebral a una computadora, puede que sea la máquina, la que tome la decisión y no la persona. 

4- Derecho al acceso equitativo al aumento de neurocognición: La utilización de algoritmos puede mejorar la actividad cerebral. Este aumento cognitivo no va a ser económico, ni accesible a todos, y una vez que se logre, nadie querrá volver para atrás. 

5- Derecho a la protección de sesgos algorítmicos: Esta conexión puede generar discriminación entre sexos, razas o personas de otro pensamiento político. 

Las sombras de la tecnología crecen y se vuelven peligrosas. En este sentido, la Unión Europea (UE) prepara un borrador para regular los usos permitidos de los mecanismos de inteligencia artificial (IA), y en él se establecen prohibiciones para usos como los sistemas de vigilancia masiva y las tecnologías que valoran a las personas de forma predictiva. Además, la idea es que los sistemas de alto riesgo pasen a tener una mayor supervisión. 

“Hubo un tiempo en el que buscábamos en Google, ahora Google busca en nosotros. Pensamos que son compañías innovadoras que ocasionalmente cometen errores que violan la privacidad, cuando la realidad es que esos errores son las innovaciones.”  Sostiene Shoshana Zuboff, en lo que denomina como “La Era del Capitalismo de la Vigilancia” (Paidós). 

“Si en el capitalismo industrial se explotaba al máximo la naturaleza y hoy vivimos una emergencia climática, el nuevo capitalismo de la vigilancia, creado por Google pero seguido por empresas digitales y no digitales, explota con afán la propia naturaleza humana para convertirla en predicciones sobre nuestra conducta a comercializar”, señala Zuboff, quien es catedrática emérita de la Harvard Business School, y que a finales de los ochenta publicó la controvertida obra: “La era de la máquina inteligente.” 

“La clave está en la dualidad que genera la neurociencia y en cómo ésta se amplifica valiéndose de la tecnología”. Explica Adrián Sabafrén, psicólogo y científico de datos, del Colegio de Economistas de Madrid. “La economía de la conducta (Behavioral Economics) incorpora otros recursos con los que realizar un análisis más completo y comprender cómo nos comportamos los humanos. Es decir, tener en cuenta factores tanto externos como inherentes a la persona”

Uno de sus conceptos claves son los HEURÍSTICOS, que son los atajos que toma nuestra mente a la hora de enfrentarse ante una elección. De forma general, dependemos de mecanismos predeterminados por influencia cultural, por nuestras creencias, por nuestras características psicológicas, o incluso por condiciones biológicas. Es muy importante poder gestionar nuestras reacciones, conocer nuestro cerebro y entrenar nuestra inteligencia para lograr mantener nuestra esencia humana y utilizar las Tic como herramientas y no como razón de ser de nuestra existencia. 

Entonces a través de diferentes prácticas de respiración, meditación, yoga, mindfulness, programación neurolingüística, y pensamiento lateral podemos lograr el detox y salvaguardarnos de la violencia tecnológica. Los parámetros éticos representan el límite a fin de evitar que los individuos sean dañados o explotados por quienes manipulan sus datos amparándose en el consentimiento que cada persona pueda otorgar. 

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